Tema: Bloqueo ¿Por qué no tengo éxito ya en mi academia?
Protagonista: Artista y profesor, con un talento muy cultivado y disciplinado.
Personajes:
(Nota: la lectura es en horizontal; a veces las cartas en los smartphones se ven en vertical y se pierde el sentido de la narración. Si giras el teléfono lo entenderás mejor)
Tres personajes en uno: El Enamorado, el Carro y el Emperador (véanse las caras de los dos primeros, las ropas del primero y el tercero, los cetros del segundo y el tercero y el ángel alado arriba en VI y el águila abajo en IIII).
La secuencia es correcta: flechazo, movimiento, poder. Pero el Emperador, en vez de apoyar el movimiento, se opone.
–“Siempre me relacionan con el Emperador” -comenta el consultante-. Es un hombre que sabe lo que quiere, pelea por ello y no teme equivocarse; sabe hacerse responsable de sus errores con serenidad y perseverancia para evolucionar.
El consultante refiere, antes de la lectura, que no ha superado el límite de ingresos mensuales que su padre le marcaba como correcto durante su infancia, pero ni él ni yo buscamos bloqueos genealógicos. Ver al padre en el Emperador apunta pero no resuelve. Aún así tanto este dato como la identificación que hace el cliente con el Emperador deben tenerse en cuenta. Aquí lo evidente es que, al identificar a las tres figuras masculinas en la lectura como a la misma escenifica una narrativa. Nos presenta el poder que se opone al éxito como el éxito del poder del consultante en sentido contrario al deseado.
…¿Es eso fracasar, siempre?
¿Cómo se forma un Emperador? –me pregunto.
Primero: con tiempo. El ejercicio óptimo del mando es cosa seria y extremadamente compleja.
Y sobre todo, siendo fiel a uno mismo (naipes VI – VII)… tanto como oponiéndose a sí mismo (IIII) cuando sea preciso.
El Emperador aprende a serlo no tanto satisfaciendo sus deseos sino forjando una voluntad superior a ellos. Una voluntad
capaz de negarse la satisfacción (o la tentación) cuando ésta le aleja de materializar los objetivos que se ha fijado.
Propongo a mi consultante que acepte que no es que no haya tenido éxito ni tenga un bloqueo económico -ni existencial, ni genealógico-, sino que ha estado aprendiendo a guiarse a sí mismo (El Carro) entre la pasión (El Enamorado) y la voluntad esclarecida (El Emperador).
Ha estado haciendo un máster de liderazgo, desarrollando el equilibrio entre pasión, estrategia y voluntad. Le apunto que puede ser una buena idea que empiece a verse y considerarse cuanto antes como el padre de su proyecto, así interiorizará y se hará responsable de ese papel que antes veía fuera de sí mismo y por encima.
Ya tenemos el qué. Nos falta el cómo.
Dos cartas:
El joven Mago (naipe I) apuntala las ideas de inicio e ilusión. Y parece que el muy pillastre sostiene el eje que le falta a la Rueda de Fortuna, que ha extraído retirando la tuerca que sujeta en la otra mano. Parece esperar, el cabroncete, la inminente zambullida de aparejo y pasajeros en las aguas agitadas.
El Mago puede resumir la pasión del enamorado y la sabiduría del Emperador desmontando la rueda de un carro que hacía círculos sobre sí mismo creando quimeras.
Nos plantea un comienzo libre de prejuicios (libre del “no he tenido éxito”) donde han de ponerse todas las cartas sobre la mesa porque ahora se verán y se moverán de manera diferente, y mucho más clara que antes.
Propongo a mi consultante el prolijo (¡y estimulante!) ejercicio de trazar de nuevo, como si no lo hubiera hecho nunca, la hoja de ruta de su proyecto de acuerdo a la mitología del Tarot: bastos (deseo), espadas (discernimiento), copas (motivación) y oros (necesidades). Lo entiende con facilidad. Como buen Emperador, practica el arte de conocer sus propias cartas. Pero la lectura del tarot facilita la percepción de un armónico diferente. Un nuevo tema al que un artista disciplinado, concentrado e ilusionado sabrá darle una nueva forma.